Se acerca, de forma inexorable para el gobiernillo de ZP, la huelga general que han convocado los sindicatos en contra de las medidas anti sociales que el presidente del gobierno ha aplicado para salir de la crisis. Se aproxima el día de la oportunidad de demostrar que la mayor parte de los ciudadanos estamos en contra de esa forma de salir del atolladero en el que otros nos han metido.
A lo largo de estas últimas semanas se leído y escuchado argumentos de todo tipo para secundar o no, la movilización contra este gobierno, que es el principal responsable de las medidas, no hay que olvidarlo, y que es el destinatario unico de la protesta, aunque se intente despistar.
Por eso resulta algo sorprendente, aunque en todo caso legítimo, cuestionar ahora el papel de los convocantes, es decir los sindicatos, en esta movilización. No es a ellos a quienes hay que pedir cuentas ahora; no son ellos los que han recortado los sueldos, han congelado las pensiones, han subido el IVA, han recortado todo tipo de ayudas e inversiones o han provocado un aumento bestial del desempleo..
Por lo tanto, pedir cuenta ahora a los sindicatos, pese a todos sus fallos, perfectamente reconocibles, es hacerle el juego por un lado al propio gobierno, que usará un posible fracaso de la huelga para seguir en la misma línea de actuación, y, por otro, algo también muy preocupante, reforzará las tesis del PP, que dice, pese a que no se cansa de insistir en que es el partido defensor de los trabajadores, que no se puede convocar en el siglo XX una huelga general.
Si la huelga fracasa, no serán los sindicatos, moleste a quien moleste, los que soportarán en primer lugar el peso de la derrota. No, ni mucho menos; seremos los trabajadores normales y corrientes, los que no estamos liberados de nada, pagamos impuestos y tememos por nuestro puesto de trabajo, lo que saldremos derrotados.
Por eso, hay que pensar muy bien lo de no participar el la huelga como rechazo a la política de los sindicatos durante la crisis. Es cierto que hay que pedir cuentas de su actitud, a veces incomprensiblemente pasiva, es razonable y seguramente necesario y positivo, pero en su momento. No se trata de reforzarlos a ellos, sino a nostros mismos, de demostrar que tenemos nuestro propio criterio.
No se trata ahora de rechazar a Méndez y a Fernández Toxo, se trata de paralizar un país que está gobernado por un gobierno que se ha echado sin el más mínimo pudor en manos del FMI y del BCE y que, precisamente por ello, está aplicando una serie de medidas que sólo pretenden que la crisis se solucione a costa del sacrificio de los de siempre. Por eso hay que decir ¡basta!
Muy posiblemente la huelga no servirá para eliminar todo lo que ya se ha hecho mal. Hay que contar con esa posibilidad pero, y esto me parece importante, puede ser el punto en que se diga ese ¡basta! para que en el futuro se lo piensen dos veces antes de seguir machacando a los trabajadores.
Queda tiempo suficiente para reflexionar. Para sumarse a una protesta que muy probablemente se debió hacer antes y con más entusiasmo. Pero todavía es tiempo de demostrar que no estamos resignados ni dispuestos a ser pisoteados.