Hace unos
pocos días Nicolás Sarkozy dijo que para él era un honor que un comunista le
llamara fascista. Pues bien por mi que no quede, porque el inquilino del Elíseo es un fascista
por mucho que lo quiera disimular.
Quedan pocos
días para que los franceses elijan a quien va a ser su presidente en los
próximos años. Como todos sabemos hay sólo dos opciones: El fascista Sarkozy o
el socialista François Hollande. El retroceso o la esperanza, la alianza como segundón de merkel y su
maldita austeridad o la posibilidad de construir una nueva Europa.
En realidad,
y con esto no descubro nada, en Francia se decide mucho más que una
presidencia nacional; se ventila cómo va a ser el futuro de Europa, sobre todo en lo que se refiere a los países
del sur, condenados por el fanatismo y
la obsesión de merkel que se limita a hacer juicios de valor, sancionar e intervenir allí donde le place, a los que considera réprobos; una nueva especie de untermenschen al mejor estilo de Hitler.
Francia ha
tenido la oportunidad en estos años pasados de ser el contrapeso a la Alemania prepotente
de merkel, a la Alemania que muchos
vemos de nuevo como un serio problema para la construcción y convivencia europea
a la que, por cierto, no nos oponemos en absoluto como
cuestión filosófica, pero si con esta visión dirigida desde el el IV reich.
Pero no.
Sarkozy, prefirió una alianza con la
derecha alemana incluso en contra de su propio interés que, al final, no puede ser nunca el de Alemania. Francia
tendría que haber liderado la resistencia, haber liderado la esperanza de todos los que
siempre hemos considerado a ese país la punta de lanza contra la bota prusiana.
Quizá, en su descargo, habría que decir que si los pacatos y
serviles presidentes socialistas del Reino Unido, España y Portugal, además de Grecia hubieran presionado en vez de
aceptar sin rechistar las órdenes de merkel, las cosas hubieran sido distintas. Pero, en
todo caso, él también se plegó sumiso al
dictado de Berlín.
Ahora, además, sale el verdadero rostro de Sarkozy. No tiene
el más mínimo inconveniente ni escrúpulo en pedir a la extrema derecha de
Marine Le Pen que le ceda sus votos con tal de seguir en la poltrona. Triste
final para una presidencia que pasará a la historia como una de las más
detestables de Francia, comparable a la
colaboracionista del dúo Pétain Laval.
Mensajes
racistas y xenófobos, comparaciones insidiosas con otros países "amigos", alimentar el
miedo entre los ciudadanos y buscar alianza con quienes siembran la discordia y
el odio es el legado de este personaje.
Espero
sinceramente que Francia arroje del Elíseo a este individuo canallesco y le encierre en el basurero de la
historia, en nombre de la Libertad, de la Fraternidad y de la Igualdad.
Hoy de
nuevo hay que gritar: VIVA LA FRANCIA
LIBRE!