viernes, octubre 09, 2009

OID ESPAÑOLES...

La trama Gürtel pone de relieve, además de la presumible corrupción que ha alcanzado a varios personajes del PP, un hecho que a mí me produce mucha más preocupación porque tiene unas consecuencias bastante más desastrosas para el conjunto de la sociedad

Porque, en definitiva, antes o después, la justicia esclarecerá toda este turbio asunto y los responsables, tras un juicio con todas las garantías procesales, serán condenados o absueltos según las pruebas que las que dispongan los jueces

Sin embargo, lo que ningún juicio va a resolver, es la sensación de resignación en la que parece estar sumida la sociedad española ante el hecho de la corrupción; una especie de fatalismo que hace que casi nadie reaccione ante estos hechos, y que se asuma esta situación como un mal con el que hay que convivir: la falta de honradez generalizada entre los políticos.

Sólo así se puede explicar que, pese a todo lo que se está sabiendo y lo que nos quedará por conocer, el PP sea vencedor en una serie de encuestas sobre una hipotética convocatoria electoral que se produjera al día de hoy. Resulta paradójico que un partido que mantiene una actitud lacerante de ambigüedad, por calificarlo de forma suave, ante las pruebas que se acumulan contra muchos de sus dirigentes, diputados, concejales y consejeros, no fuera a recibir un duro castigo electoral. ¿Cómo es esto posible?

Probablemente, la explicación más plausible para semejante situación, hay que buscarla en tantos años de democracia "a la española", de democracia cada vez más profesionalizada y de clase, cada vez menos participativa y que sufre las consecuencias nefastas del bipartidismo.

La creciente falta de interés en la cosa pública por una gran parte de los ciudadanos hace que se conformen con participar en cada proceso electoral y voten no para que un determinado programa de gobierno se alce con la victoria, sino para que un dirigente o un partido en concreto no alcance la mayoría para poder gobernar. No se vota favor de algo o de alguien, sino en contra y no importa si antes ha sido un "chorizo", si es que es de los "nuestros".

Los ciudadanos, en general, han acabado por creer que todos los políticos son muy semejantes, igualmente corruptos y, que en cuanto lleguan al poder, sólo se ocupan de llenarse los bolsillos. Nada más dañino que esa creencia porque, es precisamente esta idea de la que permite que los corruptos puedan auparse en puestos de responsabilidad.

Y muchas veces los propios partidos alientan esta creencia porque, en vez de asumir su responsabilidad, en vez de actúar contra los malhechores, en vez de dar ejemplo de dignidad, se dedican a defenderse con un ataque a los demás a los que también acusan de lo mismo: la vieja táctica del ventilador o el ya famoso “y tú más”.

Lamentablemente, los partidos con su poca transparencia y con su escasa democracia interna favorecen que grupos de presión, casi siempre sin ideología pero si con claros intereses económicos, logren medrar a cambio de apoyar en cada momento a la persona que puede resultar vencedor y, por consiguiente, que ésta pueda lo antes posible devolver directa o indirectamente el favor recibido en su día: el clientelismo que ya se practicaba en la Roma imperial.

En verdad sería deseable que surgiera alguna voz como la de Thomas Mann en 1940 que nos alertara, como intentó él con los alemanes de su época, a todos y con un “oíd españoles”, nos sacara de la niebla espesa y pestilente en la que parece que nos conformamos en vivir.


Porque frente a este conformismo tan peligroso la ciudadanía tiene necesariamente que reaccionar y que exigir la depuración de responsabilidades y demostrar, en las instituciones y, allí donde sea posible, su total rechazo a estas actitudes negando el voto a los partidos que no actúen con firmeza desde el primer momento.