lunes, enero 06, 2014

REFLEXIONES SOBRE LA CRISIS EN RIVAS VACIAMADRID*



Somos muchos los que asistimos estos últimos días, con gran preocupación, a los acontecimientos de Rivas Vaciamadrid, donde el gobierno municipal de Izquierda Unida ha entrado en una profunda crisis como consecuencia de una posible inadmisible gestión de la Empresa Municipal de la Vivienda  y que ocasiona una “terremoto” político  donde no han faltado ceses decididos por el alcalde que está enfrentado a su organización.

A la gravedad del asunto, la presunta corrupción en sí misma, hay que sumar que afecta al que ha sido durante años en ayuntamiento ejemplar de la gestión de Izquierda Unida en la Comunidad de Madrid; un tipo de gobierno que servía de ejemplo para otros y que demostraba que,  desde la Izquierda, se podía combinar la participación democrática ciudadana y buena gestión. De hecho, esta gestión ha tenido un soporte abrumador con una mayoría muy por encima de lo que corresponde la Asamblea local.

Surge necesariamente la duda: ¿Ponen estos hechos en cuestión el modelo? La respuesta es compleja y no puede ser categórica pero, lo que si es cierto, es que algo ha fallado cuando parece que no se ha detectado a tiempo lo que estaba ocurriendo.

Se nos dirá con razón que las corruptelas, cuya existencia deberá ser dirimida en los tribunales, son obra de personas a título individual pero,  a veces, determinado tipo de gestión  es más proclive a facilitar conductas reprochables y,  por tanto, se debe extremar la vigilancia.

Esto no supone en absoluto que el modelo sea malo y haya que liquidarlo, como seguramente se pretenderá desde otros ámbitos, sino que se ha detectado una  imperfección que corregir de inmediato y con firmeza.
Parece claro que no es tarea sencilla porque quienes deberían empezar por dar ejemplo, una vez más, se aferran al cargo y torpedean con su actitud la resolución política del problema, tal y como corresponde a su compromiso con una organización y con la ciudadanía.

Pero,  esta crisis,  tiene otras consecuencias sobre las que convendría reflexionar: por un lado está en cuestión la autonomía del gobierno municipal respecto de la organización que lo sustenta y de otro,  vinculado al primero,  la capacidad de la organización para intervenir en cuestiones de la gestión municipal. Dos temas que me parecen importantes.

Sobre la primera cuestión debo decir que los gobiernos de los ayuntamientos deben tener suficiente autonomía respecto de quienes orgánicamente los sustentan por una razón que creo de sentido común.

La gestión de estos gobiernos, en esta fase de la democracia, se hace para todos los ciudadanos y no solo para los que han apoyado en un momento concreto un programa determinado.  Es  evidente que, incluso cuando se goza da una gran mayoría, como es el caso, no todos los apoyos provienen de militantes activos, afiliados o simpatizantes de la organización que gobierna. Muchos prestan su apoyo coyunturalmente.

Y, sobre todo, creo que la gestión del municipio no debe estar sujeta a las posibles desavenencias, por decirlo de una forma suave, que puedan afectar a la organización,  porque ello causaría un serio problema de gobierno a todos en general, como se ha demostrado históricamente.

Pero ¿qué pasa si es al revés?, es decir, ¿si es el propio equipo gestor el que entra en una seria crisis que afecta a la gobernanza y la pone en serio riesgo de paralización?

Resulta evidente, en mi opinión, que la organización tiene el deber de intervenir de forma rápida, clara y contundente para que los ciudadanos sepan desde el primer instante cuál es su posición, qué se va a hacer y para que les quede meridianamente diáfano que se va a defender el programa electoral en el que confiaron que debe ser el primero de los objetivos. Este es un deber inexcusable.

Sería osado pensar que todo el apoyo electoral se debe solo a un programa. Sabemos de sobra que los nombres, las personas elegibles,  tienen un peso significativo a la hora de tomar la decisión por parte de los electores. Pero esto no debe de ser óbice ni cortapisa para poner blanco sobre negro y explicar todo claramente con las consecuencias que tenga que, desde luego en caso alguno, no van a ser buenas.

Sin embargo, la alternativa es aún mucho mayor: la decepción, el descrédito y la utilización de estos dos factores por quienes quieren aprovechar hechos muy concretos para arrasar con la gestión desde la Izquierda.

*Evidentemente estas reflexiones las hago a título meramente personal y representan únicamente mi posición frente a este problema, sin que quieran ser nada más.