Acuciados por su mala conciencia y posiblemente aconsejados por algún jerarca de la Iglesia Católica española, varios banqueros están dando muestras de arrepentimiento y quieren reconciliarse con la ciudadanía expiando sus anteriores pecados, derramando ahora generosidad a espuertas.
El último caso ha sido el del Banco Santander, cuyo consejero delegado, Alfredo Sáenz, condenado a tres meses de prisión y ha inhabilitación por un turbio asunto de acusaciones falsas, ha anunciado que dadas las circunstancias penosas de muchos ciudadanos, les van a ayudar a salir del apuro, para que el pago de las hipotecas no sea tan gravoso.
Alabado sea el Señor que ha abierto los ojos de estos hombres de corazón duro que ahora van a ayudar a los más desfavorecidos a que puedan vivir dignamente.
Pero, veamos cómo: la cuestión que es que la hipoteca no se reduce, ¡que va!, lo único que pasa es que durante tres años no se pagarán más que lo intereses, mientras que el capital se acumulará, eso sí, para pagarlo al final del todo el tiempo por el que esté prevista la hipoteca. O sea que no pagas menos, pagas más, porque esos tres añitos no hay quien te los quite.
Habrá quienes piensen que para muchos será un alivio ver reducida la cuota, por ejemplo, de 500 a 300 euros, y no lo negaré pero, al final, el banco siempre va a ganar. Esto es pan para hoy y hambre para mañana, como dice el refranero español. Que no pretendan vendernos una especie de acción caritativa donde sólo hay un negocio.
Seguramente los directivos del banco han llegado a la conclusión de que más vale asegurarse el pago de la hipoteca, aunque sea en más tiempo, que no quedarse con casas que van a ser difíciles de vender y, además, provocan con los necesarios (para ellos) desahucios un rechazo social enorme y de consecuencias imprevisibles.
Pero hay más. La banca teme que si de verdad hay voluntad política de cambiar las cosas en el futuro, se extienda la necesidad de que se admita la dación como forma de cancelación de una hipoteca. De hecho Bankinter ya tiene ese sistema, aunque en condiciones complicadas para los que las quieran suscribir.
Si esto llegara a ser una realidad, la banca lo pasaría mal y, por eso, prefiere ahora dar una imagen de cooperadora en los problemas de los ciudadanos en vez de aparecer como la esquilmadora que es en realidad. No es altruismo, es sencillamente un cálculo mercantil.
Pero, en el fondo, el problema seguirá siendo el mismo porque todas esas personas hipotecadas hasta las cejas, aunque también tengan el ello una buena parte de responsabilidad, van a seguir trabajando casi toda su vida para pagar una hipoteca a un banco.