Los portugueses, un pueblo circunspecto y con cierta tendencia al suicidio, según especulaba Miguel de Unamuno, se habrán quedado de piedra al enterarse de los pormenores de lo que es va a costar el rescate que la Unión Europea ha planificado para salvarles del desastre al que parece les ha conducido la crisis financiera.
Más que un rescate, según deduzco de las acepciones del diccionario de la RAE, se trata de un verdadero saqueo; una especie de segundo terremoto de Lisboa, que no va a dejar piedra sobre piedra de lo que fueron los pequeños avances que, en materia social, habían logrado nuestros vecinos y que tampoco eran para lanzar cohetes.
La UE, liderada por esa tal Frau Merkel (me ahorro esta vez los calificativos) va a dar a Portugal 52.000 millones de euros de “rescate”. El resto (26.000 millones) lo ponen ONGs como el FMI.
Siempre, ingenuo que soy, había creído que una operación de rescate se hacía sin fines lucrativos, sin afán de enriquecerse y, mucho menos aún de dejar al rescatado prácticamente desvalijado y en la más absoluta miseria, porque entonces muchos pensarán que es mejor quedarse en la situación previa a ese rescate o pegarse un tiro.
Porque resulta verdaderamente terrible que el rescate vaya a provocar una recesión de la economía de Portugal durante dos años y será a partir de 2013, en el mejor de los casos, cuando empiecen los brotes verdes. Curiosa ayuda a un socio necsitado.
Portugal, como antes Grecia e Irlanda, no ha podido resistir la presión de los delincuentes de las agencias de calificación que han machacado día tras día su economía y su prestigio.
A esto hay que añadir la debilidad de un gobierno, presidido por una especie de monclovita, que aseguraba que el país no necesitaba el rescate. Desgraciadamente para los portugueses ese gobierno débil ha sucumbido incapaz de hacer frente a los mercados con dignidad. Ahora conocerán las recetas del FMI y las “reformas” que otros ya padecemos.
Bien, el caso es que el rescate que han organizado de los amigos de la UE, va a significar recortes en las pensiones que pasen de 1.500 euros y congelación de las restantes, despedir a 20.000 funcionarios, privatización de la mayor parte de las empresas públicas, reducción de prestaciones en dinero y tiempo a los desempleados que van a llegar al 13 por ciento de la población activa, menores prestaciones en sanidad, paralización de la inversión pública y, por resumir de alguna forma, un empobrecimiento general del país y de sus ciudadanos más desfavorecidos.
Sin embargo, los bancos, esos maravillosos bancos que tanto hacen por todos nosotros, podrán salir adelante con el dinero que requiere el rescate, porque precisamente una buena parte de esos más de 70.000 millones se van a destinar a eso.
Triste destino el que les espera a nuestros vecinos portugueses. Triste destino para un país que siempre ha tenido dignidad dentro de su humildad; triste destino para un pueblo que supo sacudirse una dictadura (no como otros que pactaron) y ahora va a sufrir la dictadura del mercado. Triste destino para quienes no tuvieron la más mínima responsabilidad en lo que ha sucedido.
Espero y deseo que, pese a todo esto, el camino que les queda por recorrer sea lo menos doloroso y lo más corto posible. Aquí , en España no hace falta rescate porque ya se ha encargado el gobierno de las “reformas necesarias”.