jueves, octubre 21, 2010

LOS CIEN DÍAS

Aceptar una cartera ministerial de las manos de ZP, supone asumir de forma voluntaria un compromiso con un presidente de gobierno que pasará a la Historia por haber llevado a cabo los mayores recortes de derechos sociales de la historia reciente de España. Eso es incuestionable.


Se podrá discutir sobre los motivos han llevado a asumir esa responsabilidad y si, en esas motivaciones hay componentes personales, políticos o, sencillamente, estamos ante personajes de escasa catadura ética que solo quieren trepar. Cualquiera de ellas puede tener credibilidad. Pero, evidentemente, la aceptación supone acuerdo con la política de ZP.

No parece necesario, por tanto, dar ni siquiera el manido margen de los cien días de confianza para juzgar la gestión del ministro tal o la ministra cual. Todos saben que el gobierno de ZP está actuado de forma antisocial sin escuchar las voces que le reclaman que, en vez de inclinar de forma vergonzante la cerviz ante los los mercados, reparta de forma equitativa las cargas consecuencia de la crisis económica.

Es notable, para cualquier observador sensato, que la mayor parte de esas voces, que salen de lo que podríamos llamar izquierda política y social, y no vinculada necesariamente a un determinado partido o grupo, piden que se distribuya equitativamente el esfuerzo, no que sólo sean unos los que lo hagan. Esos que, curiosamente, serían los que más responsabilidad tendrían en todo este proceso perverso de recesión o quienes, por tener más, deberían aportar más y que, a la larga van a ser los máximos beneficiarios de las medidas de ZP.

Me parece que, además de una petición sensata, es muy generosa y, sin embargo, ZP, no la quiere escuchar. Y, aún más, su ministra de Economía, señora Salgado amenaza con más más ajustes si los planes no dan resultado.

Me pregunto qué más esfuerzo se puede pedir a una sociedad que padece un 20 por ciento de desempleo, tiene al 21 por ciento de la población por debajo del umbral de la pobreza y con cuatro hogares de cada diez, sin poder hacer frente a sus gastos corrientes.


Así pues, integrarse en este gobierno es de facto hacerse cómplice de sus actos. Y eso tienen que tenerlo muy claro quienes a partir de de hoy han prometido sus cargos. No nos importarán sus actos en el pasado, sino lo que hacen en el presente y harán en el futuro.


En su descargo podría decirse, y no de todos, que pueden creer que desde dentro del gobierno se pueden corregir algunas cosas que se han hecho hasta ahora mal. No seré quien niegue esa posibilidad, pero sólo hasta que se demuestre lo contrario.

Y esto es lo que ha pasado esta misma mañana con el nuevo ministro de Trabajo, Valeriano Gómez, quien en dos entrevistas en sendas emisoras de radio ha dicho que no se siente incómodo en la defensa de la Reforma Laboral y que si se manifestó con los sindicatos fue para mostrar su solidaridad con ellos por el ambiente anti sindical que se había creado con motivo de la convocatoria de la huelga general.

Por mi parte sobran más comentarios y sobran los cien días.