miércoles, octubre 27, 2010

GESTIÓN VERSUS IDEOLOGÍA

Durante los últimos meses, a raíz sobre todo de las medidas claudicantes del Gobiernito de ZP que ha ocasionado un recorte de derechos sociales sin precedentes, se oye mucho que lo primero y principal es sacar a España de la crisis y que, para lograrlo, hay que arrimar el hombro por parte de todos.

No me parece mal la intención de sacar a los españoles de la crisis en la que nos han metido una serie de personas que sí tienen nombre y apellido y a los que, curiosamente, pocas responsabilidades se les ha pedido.

La cuestión es, por tanto, cómo salir de la crisis. Parece que hay una especie de formula más o menos mágica, que se traduce en recortar derechos, rebajar sueldos, congelar pensiones, precarizar empleos, reducir la inversión pública y un buen numero de medidas de este tipo. Todas ellas auspiciadas por instituciones financieras que poco o nada tienen de democráticas, ni siquiera desde el punto de vista formalista burgués.

Si nos fijamos con cierto detenimiento, todas estás medidas tienen como base la gestión de la economía, Es decir, la austeridad, el ahorro, para equilibrar el déficit público, por ejemplo, para conseguir mejorar las cuentas y que los mercados confíen en ese Estado y le presten el dinero que sea necesario en su momento. Insisto, todas son medidas de gestión, de simple contabilidad.

Todo este rollo viene a cuento de un debate que se ha generado en Grito de Lobos, sobre el papel que debe tener la ideología en el desarrollo de las sociedades. Un debate que, a mi juicio, perdió innecesariamente las formas en algún momento, sin que ello quiera decir que perdiera interés. Porque la cuestión es que la gestión ha sustituido a la ideología.

La consecuencia es que los gobiernos administran la “cosa” como si fueran los contables de una comunidad de vecinos, atendiendo sólo a las cifras. De forma que si se puede arreglar la escalera sin que afecte al presupuesto se hace y si no, no se hace.

No importa que justamente en los últimos pisos vivan las personas más mayores o con peor movilidad porque lo esencial es mantener el equilibrio presupuestario y, perdonenme el ejemplo tan poco académico..

Porque, uno de los grandes reproches que se puede hacer a la socialdemocracia occidental es que ha prescindido conscientemente de la ideología para asumir la teoría de la simple gestión, especialmente en lo que se refiere a la economía. Es decir, ya no cuestiona el modelo de producción capitalista, ya no se le quiere sustituir por otro más justo. Ahora se acepta el “sistema” y se gestiona de acuerdo con los principios que el propio sistema impone.

Al anteponer el criterio gestión, reduce a los ciudadanos a meros receptores de hechos contables, carentes por completo de valor para quien sólo piensa en administrar desde la eficacia. Si para logar el ansiado equilibrio hay que reducir el sueldo de los funcionarios se reduce y se acabó. No importa porque el objetivo es sólo el equilibrio financiero. No arreglo la escalera aunque provoque accidentes.

Pero esto no es un hecho casual. Ha venido precedido de muchos años de desideologización por parte de la socialdemocracia clásica que, poco a poco, ha ido inoculando el veneno de la apatía ciudadana y de la profesionalización de la política. Los ciudadanos están lejos de la participación pese a que las posibilidades de comprometerse son cada vez mayores.

Cabría recordar que, sin ir muy lejos en el tiempo, la participación de la ciudadanía en los procesos colaterales a la Transición fue impresionante y mucho más si se compara con lo que ocurre ahora. Y no existían ni internet, ni las redes, ni nada de eso. El sistema ha logrado aislar el virus de la ideología participativa.

Acabo planteando una cuestión: ¿Cómo podemos recuperar el concepto de ideología, hacer que vuelva al lugar que le corresponde y sea el motor que sirva para movilizar, para comprometer y para lograr los cambios que son necesarios?

lunes, octubre 25, 2010

Love Story


Cuando esta noche, a eso de las diez, Tele5, estrene esa macro anunciada serie sobre la vida de Felipe borbón y Leticia Ortíz, tendremos una especie de entrega de un “love story” protagonizado por un un príncipe que se enamora de una periodista divorciada por la que está dispuesto a abandonarlo todo. ¡Vaya tela!

Como el tiempo pasa de forma inexorable para todos, hay que ir preparando la llegada del hijo al trono franquista y, de ahí, la necesidad de empezar con las adulaciones de rigor.

Pero, el colmo de la desfachatez es que,  encima, nos hagan creer que el familión borbónico desconoce de qué va la serie por lo que esta noche, al igual que el resto de los mortales, se enterarán de la trama. Y es que la monarquía de todos es cada día más campechana.

En fin, bien está que las cadenas de TV pierdan el tiempo intentado vendernos a estos personajes como si fueran una especie de héroes del pueblo, pero que además nos tomen por idiotas me parece demasiado.

¿Quién se puede creer que una serie en la que se trata, nada menos que de la familia borbón, no habrá sido supervisada hasta en el último detalle por quien corresponda a fin de que no se deslice el más mínimo error?

Supongo que esta mentira formará parte de la mercadotecnia para hacer más tragadero el producto en cuestión;  para que millones de personas se queden embobados viendo y oyendo como en realidad no se trata de unos privilegiados que viven del cuento y a costa del presupuesto nacional, como dicen los rojos y los republicanos,  sino de una pareja sencilla,  que resiste hasta final de mes con su sueldo y que han tenido los mismos problemas que el resto de la ciudadanía, para ellos, meros súbditos: colegios, hipotecas, vacaciones cortas, preocupación por su futuro laboral, etc.

La verdad es que no merece la pena perder más tiempo con esta historia, así que no sigo.