sábado, noviembre 27, 2010

DETENER LA OFENSIVA DEBE SER LA PRIORIDAD DE LA IZQUIERDA

A estas alturas supongo que son muy pocos los que creen que la crisis desatada en los países desarrollados se debe sólo a la codicia o a la falta de control por parte de los estados, entre otras cosas. En mi opinión esta crisis está perfectamente planificada para arrasar, no ya sólo el estado del bienestar, sino en una operación más a largo plazo, muchos de los derechos de los trabajadores que tantos años y lucha costaron conseguir.


Al mismo tiempo, observamos que a nuestro alrededor se han ido generando pocas respuestas desde la izquierda política a esta situación y, de ahí, que para muchos esté claro que, la que podríamos llamar izquierda institucional, ya no sirva y deba ser sustituida por otra.

Esta otra izquierda, calificado a veces de marginal, anti sistema, radical o anti capitalista, en adjetivos dados tanto desde dentro como desde fuera, estaría llamada a tomar el relevo de la anterior para orientarnos en el nuevo panorama que se presenta.

Sería un poco banal discutir si es anti sistema o anti capitalista (no sé si la izquierda puede ser en realidad otra cosa) o si el adjetivo es radical o marginal. Posiblemente uno por uno dejen incompleta la definición, que más bien seria en su conjunto una parte de todas ellas.

Pero lo que me interesa resaltar es que las personas que se han sumado a este tipo de organizaciones, que a veces son más bien movimientos, adquieren un gran compromiso. Primero con ellos y en segundo lugar con la sociedad. Y precisamente esa circunstancia me lleva a pensar que se trata de personas con una formación política algo (o bastante) superior a la de la media de los ciudadanos.

Precisamente por esto, es por lo que me parece que estas personas no pueden ignorar en absoluto el terreno en el que -todos- nos movemos. No pueden permanecer indiferentes ante el hecho de que la sociedad está adormecida, amedrentada; ante la realidad de que los medios de comunicación están al servicios del sistema, de que la posibilidad de hacerse oír es escasa, de que, en definitiva, las posibilidades de movilización (necesaria) desde esa posición son muy pocas.

Entonces. no sé, si estas propuestas, hechas con entusiasmo personal y dignidad política, no se convierten al final en brindis al sol, o lo que es lo mismo en un esfuerzo encomiable pero inútil.

Por lo tanto, habría, desde mi punto de vista, que ir por otro camino que, necesariamente, está en la colaboración de todos estos movimientos con lo aprovechable de la izquierda tradicional para constituir un frente común, que logre por diversos medios (institucionales o no) el objetivo más perentorio que es frenar la ofensiva capitalista. Creo que no se puede confiar todo a la lucha institucional (parlamentaria) pero igualmente tampoco sólo la lucha en la calle nos llevará a la salida.

No se trata de unificar criterios, nada más lejos de mi intención, porque además suele ser una mala decisión, sino de sumar, desde la diferencia, esfuerzos para lograr un objetivo común inmediato. Cada uno con su opinión pero con una meta final. Una vez que lleguemos a la meta cada cual actuará como crea conveniente.

En el caso concreto de España, hay que alertar a la ciudadanía del enorme peligro que para la sociedad supondría que el próximo gobierno cayese en manos del PP. Si las medidas del infame ZP nos han parecido malas, las del PP serían catastróficas, sin la más mínima duda Hay que evitar esto..

Esto no significa que haya que apoyar al Psoe como un mal menor, ni mucho menos, sino lograr que las candidaturas de izquierda (esto en el plano institucional) logren mayorías allí donde sea posible.

Y esto requiere un esfuerzo: la izquierda tradicional debe abrir sus listas a los candidatos de otras alternativas, no para completarlas sino en puestos donde puedan resultar elegidos para dar savia nueva al anquilosamiento que se percibe. Esto debe ser prioritario.

La izquierda de la izquierda (por llamarla de laguna forma) debe olvidarse de maximalismos y ofrecer una colaboración leal en los objetivos más inmediatos sin perder su identidad, pero sin pararse en querelas ideológicas totalmente -ahora- fuera de lugar.

No sé si bajo estas premisas se logrará algo, pero de lo que estoy seguro es de que, sin ellas, nos encaminamos hacia el desastre.