Hace unos días recordé que tenía que escribir para Anika, el comentario del último libro de Saramago que he leído: Caín. “No vaya a ser que pase algo”, pensé, en una especie de premonición sobre el autor portugués. Lamentablemente ha pasado algo.
No sé si Saramago era un gran escritor o no, lo que si tengo por seguro son dos cosas era un buen hombre, como acertadamente ha dicho en su blog Kabila, y un sabio que, además, escribía. Y eso es lo que me importa.
Supongo que para muchos sus libros no serán interesantes, es más, estoy convencido de que otros muchos no habrán leído jamás una obra suya; ellos se lo pierden porque, de la obra de Saramago lo más importante es que siempre se aprende algo y te hace pensar por ti mismo. Es lo más opuesto a la ceguera, al pensamiento único, a la aceptación de las verdades absolutas.
Esto no tiene nada que ver con la militancia ideológica de nuestro autor, sino con su calidad como persona. Ahora , como siempre ocurre en estos casos, será el momento de las grandes alabanzas y durante algunos días se hablará de él, incluso se venderán más de sus libros y se reeditarán algunos olvidados. El mercado es listo y feroz hasta aprovechar la muerte de quien detesta. Saramago jamás escribió para el mercado, sino para el ser humano.
Pero lo esencial es que, cuando pase toda esta conmoción oportunista, Saramago siga con nosotros a través de su obra. Es el mejor legado que nos queda porque esa será siempre fuente de reflexión.
Se podrá decir, y cada cual es muy libre de pensar lo que quiera, que sus obras son de mayor o menor calidad, pero lo que es indiscutible es que no se pueden examinar con indiferencia, siempre dejan un punto para el desasosiego, por citar a otro portugués que hizo historia. El desasosiego es la base de la obra de Saramago.
Recuerdo con especial cariño un libro, no de los más conocidos, “viaje a Portugal”, que es una verdadera maravilla. Saramago nos enseña a ver, no a pasar, a ser viajeros, no a ser simples turistas que recorren y no observan. Y es que ayer murió un sabio que escribía.