lunes, enero 11, 2010

LAS LEYES NO BASTAN

Creo que las sociedades desarrolladas, tanto por lo que respecta a su sistema democrático formal, como a sus valores cívicos, no necesitan leyes ni tribunales especiales que regulen la convivencia normal de los ciudadanos porque, éstos, tendrán un grado de cultura social que hará innecesarias más leyes de las estrictamente precisas.

Se me podrá objetar que esta reflexión supone la existencia una república idílica, un poco al estilo de Juan Jacobo Rousseau pero, en todo caso, este es modelo al que debemos dirigirnos y no conformarnos con sucedáneos.

Por tanto, y en línea con lo expuesto creo que la Ley contra la violencia de Género, cuyo nombre ya me produce cierto temor, y sobre cuya constitucionalidad me quedan serias reservas es, por definición, superflua y sencillamente un “regalo” que se hace a determinados colectivos para lograr votos. Puede parecer una opinión montaraz pero me da la impresión de que no me alejo demasiado de lo cierto.

En 2009, 55 mujeres murieron víctimas de la violencia y del terror. En este año ya han sido asesinadas dos más.

Ciertamente se me podrá aducir, no sin cierta razón, que la existencia de una ley específica que proteja a las mujeres ha evitado (y estaría por demostrar) que el terrorismo que se ejerce sobre ellas ha disminuido. Puede ser aunque, al carecer de datos fiables, no estoy en condiciones de negarlo, pero tampoco otros pueden darlo como una verdad irrefutable.

Pero, en todo caso, aún si admito esa posibilidad, estaré dando más fuerza a mis argumentos, porque, lo que se demostrará con ello, es que, al igual que la retirada de puntos del carné de conducir parece que ha reducido la cifra de accidentes, la ley de violencia de género ha reducido los maltratos, únicamente como consecuencia del miedo y no del convencimiento. ¿Es ese el objetivo?

Parece que sólo como resultado del temor, y a veces ni siquiera eso, se habría conseguido esa reducción. Es decir, nos conformamos con una disminución de la cifra de víctimas pero no atacamos en absoluto la esencia del problema que es la existencia de una “cultura” de la violencia profundamente arraigada.

Y quien es violento, al margen de quién o qué sea su objetivo, lo será en todos los aspectos de su vida: lo será con su pareja, con sus hijos, en el trabajo, en política, conduciendo, en un espectáculo deportivo o sencillamente incluso en la forma de expresarse.

Puede ser que en unos casos se limite a la agresividad verbal y en otros llegue, desgraciadamente, al asesinato den su pareja, de un indigente, de un perro… pero en fondo del problema, con los matices lógicos, es el mismo.

La respuesta eficaz es hacer un esfuerzo supremo para inculcar, desde de la venida al mundo del sujeto, el rechazo más absoluto a la violencia como recurso aceptable dentro del sistema de valores personal y colectivo de los ciudadanos.

Sencillamente hay que proscribir la intimidación, el terror, decir claramente que no hay violencia justa y que sólo en el caso de que haya que usarla en defensa propia se podrá actuar con contundencia pero siempre sin ir más allá de lo que es la ajustada y estricta protección de uno mismo. Esto tiene que llegar a convertirse en un axioma.

Los valores de la igualdad, de respeto a las personas y a la naturaleza, el civismo, la solidaridad, el rechazo absoluto a ideas que fomenten o inciten al odio, la xenofobia, la discriminación, la eliminación de la competividad desaforada son, deben ser necesariamente, la base sobre la que debemos trabajar para eliminar para siempre cualquier tipo de agresividad.

Sólo así conseguiremos erradicar, sin necesidad de más leyes, esta lacra inmunda que es la violencia en cualquiera de sus géneros y sean quienes sean los afectados por la misma.

Entre tanto, tristemente, quizá sea necesario acudir a las sanciones específicas pero siempre con la idea clara de que deben ser sólo, y por el menor tiempo posible, un recurso meramente transitorio y jamás un fin en si mismas. Lo contrario es admitir la barbarie.

6 comentarios:

Antonio dijo...

Pues, Txema, yo comparto tu opinión. Me parece razonable y racional lo que dices.
Yo creo que las normas tienen una doble función: Se hacen para meter en vereda y para consolidar una conducta adecuada. Lo ideal es establecer esas conductas adecuadas para evitar el conflicto, como medida prioritaria.
Un saludo

RGAlmazán dijo...

Pues sí, yo también comparto tu opinión. Efectivamente, como ocurre siempre, el castigo sólo hace disminuir el hecho, pero para atajarlo de verdad es necesario fomentar una verdadera cultura de igualdad. Eso sí que evitaría el problema.

Salud y República

Ciberculturalia dijo...

Querido Txema tu también veo que estás muy filosófico a la par que reflexivo.
Si a lo que dices pero con matices. De momento creo que en este caso, y fijate que ayer en mi entrada criticaba las "prohibiciones constantes" con forma de normas y leyes varias, si ha servido como intimidación y si con eso se ha evitado la muerte de una mujer a manos de su agresor, bienvenida sea.
Pero coincido contigo totalmente que ese no es el camino que debemos andar. Debemos sencillamente "educar en valores" desde la cuna, en el respeto al otro, en el respeto a la libertad del otro. Ahí es dónde tenemos que hacer los grandes esfuerzos para que la sociedad futura sea más justa. No sea violenta. Si yo pongo el acento en la violencia contra las mujeres aunque obviamente rechazo "toda violencia" es porque los números cantan: por un hombre maltratado hay tropecientas mujeres que lo son. Por tanto la violencia contra las mujeres tiene que ser tratada específicamente.
Bueno, que rollo te he metido. Perdona la extensión.
Un beso mañanero

m.eugènia creus-piqué dijo...

Hola Txema, el meollo del asunto es la educación sín ella será difícil erradicar esta lacra.Tambien los hay que con educación o sín ella son agresivos por naturaleza, lo llevan dentro y a estos es dificilísimo encaminarles, son demasiadas mujeres asesinadas.Petons.

Txema dijo...

En realidad no estoy contra las normas, pero considero que no son suficientes en absoluto.

Insisto que, en nmuchas ocasiones, son un brindis al sol para contentar a ciertos colectivos.

Para mayor drama esas leyes después no reciben medios para desarrollarse.

un saludo

Jose Antonio Cabrera Ramirez dijo...

No existen calificativos para poder definir con palabras el desastre natural de Haití. Una sola imagen por los medios de comunicación vale más que mil palabras. Realmente uno se siente muy pequeño frente a estos acontecimientos extremos y comprueba lo que es importante en esta vida.
Creo que no es el momento de hablar sino de actuar y lo podemos hacer de mil forma distintas, fundamentalmente aportando economicamente nuestro pequeño grano de arena en la medida de nuestras posibilidades. Existen ONG dedicadas a ello como médicos del mundo u otras tantas igual de válidas.
Es hora de actuar y de ello depende la vida de miles de seres humanos.
Por favor pasadlo a vuestros blogs y que este mundo de la blogsfera se solidarice con Haití