La actitud de los controladores aéreos españoles, que han abandonado sus puestos de trabajo aludiendo una especie de estrés repentino y multitudinario, tras conocer el decreto del Gobierno sobre la regulación de sus horarios y otras cuestiones laborales, sólo puede merecer el más agrio y contundente de los reproches por parte de los sindicatos, las fuerzas políticas y los ciudadanos en general.
Se han aprovechado de una situación especial, en el que muchos viajan en avión, para provocar tal caos en los aeropuertos que ha sido necesario declarar el estado alarma y militarizar el espacio aéreo nacional que, además, ha sido cerrado.
Más de 300.000 personas se han visto afectadas directamente y, otras muchas más, que aún no se han cuantificado, se verán perjudicadas en los próximos días. Porque además de no poder salir de España por vía aérea, tampoco se puede llegar. Esto es verdaderamente inaceptable.
En un país en el que el turismo es la primera de sus industrias resulta verdaderamente inadmisible que se pueda poner en jaque a tantas y tantas personas que, en estos momentos, esperan cualquier oportunidad para revitalizar sus maltrechos negocios.
Pero, sin duda, este Gobierno también tiene una parte importante de responsabilidad en todo este conflicto porque, pese a que se lleva a arrastrando desde hace muchos años, no ha sido capaz de lograr una solución definitiva que impida que estas situaciones se puedan producir.
Durante años este colectivo, en un régimen de monopolio, ha establecido un sistema de trabajo en el que nadie podía intervenir, y no sólo me refiero al asunto de sus salarios, sino incluso en el establecimiento de los horarios, el reparto de las horas extraordinarias y la formación de nuevos controladores.
Es verdad que este problema ya se lo encontró esta gobierno pero, en mi opinión, no es menos verdad que no parecía que existiera hasta que llegó la crisis y hubo que empezar a ahorrar y a rebajar salarios. Sólo entonces se puso en el tapete el problema de los controladores.
El gobierno, por boca de su ministro de Fomento, atizó ese problema como un ariete contra los controladores para que la opinión ciudadana se pusiera en este asunto de su parte, sin explicar que durante toda la primera legislatura los sueldos eran los mismos y no se había hecho absolutamente nada. ¿Es qué acaso esos sueldos eran más exagerados e injustos en 2009 que dos años antes?
Además, como dijo el diputado de IU, Gaspar Llamazares, poco sospechoso de dedicarse a defender posiciones de privilegio, el ministro utilizó una agresividad innecesaria, una visceral impropia de alguien que está destinado a resolver una cuestión tan espinosa y en la que, muchas veces, el tacto es un arma decisiva.
Cuando escribo estas líneas se acaba de declarar el estado de alarma. No hay precedentes desde que acabó la dictadura y se somete a los controladores a la legislación militar. Es una decisión d extrema gravedad ¿Cómo se ha podido llegar a este extremo?
Estas son preguntas a las que unos y otros nos deberán responder pronto. No basta con pedir disculpas.
Este es un blog abierto a todo tipo de opiniones. Sólo se eliminarán las que no sean respetuosas con los derechos fundamentales de las personas, falten el respeto a otros intervinientes o contengan comentarios racistas, xenófobos, vioentos o cualquier otro que atente contra la dignidad humana.
Mostrando entradas con la etiqueta Huelga. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Huelga. Mostrar todas las entradas
sábado, diciembre 04, 2010
miércoles, septiembre 22, 2010
NO PODEMOS RESIGNARNOS
Se acerca, de forma inexorable para el gobiernillo de ZP, la huelga general que han convocado los sindicatos en contra de las medidas anti sociales que el presidente del gobierno ha aplicado para salir de la crisis. Se aproxima el día de la oportunidad de demostrar que la mayor parte de los ciudadanos estamos en contra de esa forma de salir del atolladero en el que otros nos han metido.
A lo largo de estas últimas semanas se leído y escuchado argumentos de todo tipo para secundar o no, la movilización contra este gobierno, que es el principal responsable de las medidas, no hay que olvidarlo, y que es el destinatario unico de la protesta, aunque se intente despistar.
Por eso resulta algo sorprendente, aunque en todo caso legítimo, cuestionar ahora el papel de los convocantes, es decir los sindicatos, en esta movilización. No es a ellos a quienes hay que pedir cuentas ahora; no son ellos los que han recortado los sueldos, han congelado las pensiones, han subido el IVA, han recortado todo tipo de ayudas e inversiones o han provocado un aumento bestial del desempleo..
Por lo tanto, pedir cuenta ahora a los sindicatos, pese a todos sus fallos, perfectamente reconocibles, es hacerle el juego por un lado al propio gobierno, que usará un posible fracaso de la huelga para seguir en la misma línea de actuación, y, por otro, algo también muy preocupante, reforzará las tesis del PP, que dice, pese a que no se cansa de insistir en que es el partido defensor de los trabajadores, que no se puede convocar en el siglo XX una huelga general.
Si la huelga fracasa, no serán los sindicatos, moleste a quien moleste, los que soportarán en primer lugar el peso de la derrota. No, ni mucho menos; seremos los trabajadores normales y corrientes, los que no estamos liberados de nada, pagamos impuestos y tememos por nuestro puesto de trabajo, lo que saldremos derrotados.
Por eso, hay que pensar muy bien lo de no participar el la huelga como rechazo a la política de los sindicatos durante la crisis. Es cierto que hay que pedir cuentas de su actitud, a veces incomprensiblemente pasiva, es razonable y seguramente necesario y positivo, pero en su momento. No se trata de reforzarlos a ellos, sino a nostros mismos, de demostrar que tenemos nuestro propio criterio.
No se trata ahora de rechazar a Méndez y a Fernández Toxo, se trata de paralizar un país que está gobernado por un gobierno que se ha echado sin el más mínimo pudor en manos del FMI y del BCE y que, precisamente por ello, está aplicando una serie de medidas que sólo pretenden que la crisis se solucione a costa del sacrificio de los de siempre. Por eso hay que decir ¡basta!
Muy posiblemente la huelga no servirá para eliminar todo lo que ya se ha hecho mal. Hay que contar con esa posibilidad pero, y esto me parece importante, puede ser el punto en que se diga ese ¡basta! para que en el futuro se lo piensen dos veces antes de seguir machacando a los trabajadores.
Queda tiempo suficiente para reflexionar. Para sumarse a una protesta que muy probablemente se debió hacer antes y con más entusiasmo. Pero todavía es tiempo de demostrar que no estamos resignados ni dispuestos a ser pisoteados.
A lo largo de estas últimas semanas se leído y escuchado argumentos de todo tipo para secundar o no, la movilización contra este gobierno, que es el principal responsable de las medidas, no hay que olvidarlo, y que es el destinatario unico de la protesta, aunque se intente despistar.
Por eso resulta algo sorprendente, aunque en todo caso legítimo, cuestionar ahora el papel de los convocantes, es decir los sindicatos, en esta movilización. No es a ellos a quienes hay que pedir cuentas ahora; no son ellos los que han recortado los sueldos, han congelado las pensiones, han subido el IVA, han recortado todo tipo de ayudas e inversiones o han provocado un aumento bestial del desempleo..
Por lo tanto, pedir cuenta ahora a los sindicatos, pese a todos sus fallos, perfectamente reconocibles, es hacerle el juego por un lado al propio gobierno, que usará un posible fracaso de la huelga para seguir en la misma línea de actuación, y, por otro, algo también muy preocupante, reforzará las tesis del PP, que dice, pese a que no se cansa de insistir en que es el partido defensor de los trabajadores, que no se puede convocar en el siglo XX una huelga general.
Si la huelga fracasa, no serán los sindicatos, moleste a quien moleste, los que soportarán en primer lugar el peso de la derrota. No, ni mucho menos; seremos los trabajadores normales y corrientes, los que no estamos liberados de nada, pagamos impuestos y tememos por nuestro puesto de trabajo, lo que saldremos derrotados.
Por eso, hay que pensar muy bien lo de no participar el la huelga como rechazo a la política de los sindicatos durante la crisis. Es cierto que hay que pedir cuentas de su actitud, a veces incomprensiblemente pasiva, es razonable y seguramente necesario y positivo, pero en su momento. No se trata de reforzarlos a ellos, sino a nostros mismos, de demostrar que tenemos nuestro propio criterio.
No se trata ahora de rechazar a Méndez y a Fernández Toxo, se trata de paralizar un país que está gobernado por un gobierno que se ha echado sin el más mínimo pudor en manos del FMI y del BCE y que, precisamente por ello, está aplicando una serie de medidas que sólo pretenden que la crisis se solucione a costa del sacrificio de los de siempre. Por eso hay que decir ¡basta!
Muy posiblemente la huelga no servirá para eliminar todo lo que ya se ha hecho mal. Hay que contar con esa posibilidad pero, y esto me parece importante, puede ser el punto en que se diga ese ¡basta! para que en el futuro se lo piensen dos veces antes de seguir machacando a los trabajadores.
Queda tiempo suficiente para reflexionar. Para sumarse a una protesta que muy probablemente se debió hacer antes y con más entusiasmo. Pero todavía es tiempo de demostrar que no estamos resignados ni dispuestos a ser pisoteados.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)