Hay un anhelo generalizado de que la crisis pase cuanto antes, de que la actividad económica se recupere y, con ella, la normalidad alterada por una serie de acontecimientos que han perturbado profundamente la vida de millones de personas en casi todo el mundo; quiebras millonarias, despidos masivos, falta de dinero para las empresas y los particulares, cierre de empresas, bajada generalizada de precios ante la caída de la demanda, han sido como un cataclismo colosal en nuestro tranquilo mundo occidental
Por tanto, parece lógico ese deseo. A nadie la gusta vivir en la incertidumbre, en el desasosiego que produce en nuestros ánimos no saber con exactitud qué es lo que nos espera y si, finalmente, nos traerá algún problema que hace dos años era inimaginable.
La situación es especialmente dura para los que ya padecen las consecuencias de esa crisis y han perdido su puesto de trabajo e, incluso muchos hasta su vivienda. Es una situación injusta porque todos ellos no son los que han provocado directamente la crisis. Por tanto, esperan la pronta mejoría con la esperanza de recuperar parte de lo perdido.
De ahí que, por todas partes, surjan los famosos brotes verdes, una especie de espejismo que pretende de alguna forma hacernos creer que, en el desierto de la crisis, se ve ya próximo un oasis donde poder saciar nuestra sed.
Tal vez por ello, se pregunta muy a menudo a los ministros, a los banqueros, a los economistas y a todo aquel que es un experto, real o imaginario, cuándo va a finalizar la crisis y se va a recuperar la economía.
Algunos, prudentes, sólo se atreven a dar una respuesta aproximada. Otros, más osados, hablan de fechas muy concretas y, además, son capaces de pronosticar hasta con cifras muy precisas cuanto y como se recuperará cada uno.
Yo también deseo que acabe cuanto antes esta crisis, pero me pregunto a menudo qué se entiende por la recuperación de la economía. Si lo que yo quiero es lo mismo que, con matices, quieren los demás.
Porque me asombra que se pueda pensar ni siquiera en que se vea esa recuperación como una vuelta a las barbaridades del pasado, como cuando se habla, por ejemplo, de la recuperación del sector de la construcción. Y, sin embargo, cada vez parece que ese es el deseo casi generalizado.
¿Hemos de entender, entonces, que hay que volver a la especulación inmobiliaria, a una subida generalizada de los precios de los pisos, a endeudar a las familias por 30 ó 40 años para pagar una hipoteca que les cuesta de media más del 40 por ciento de su salario? ¿Es esto lo que se entiende por recuperación?
No quiero creer que estemos tan asimilados por el sistema, como para aceptar como buena la lógica capitalista, que reconoce la existencia cíclica de las crisis como algo inevitable y, es más, su necesidad para que el mercado, esa especie de dios perfecto que todo lo regula, se ajuste ante los desfases que este régimen de producción crea.
Antes la cuestión se solucionaba con una guerra general, en la que la catástrofe era de tal magnitud, que se aseguraba para muchas decenas de años la colocación de los nuevos productos. Los vencedores los podían imponer a los vencidos y al precio que ellos marcaban.
Pero, ahora, una guerra en esa línea, es impensable porque las consecuencias pueden ser efectivamente catastróficas, pero esta vez, de forma definitiva. Y las guerras locales no sirven para colocar la producción excedente. Nadie piensa que los países que hoy están en guerra puedan ser receptores de las mercancías sobrantes que se producen. No son, por tanto, mercados, salvo para los vendedores de armas.
Pero, dentro de esa misma lógica capitalista, hay una cuestión que se repite en cada una de estas crisis, ya sea de exceso de producción o financiera, como parece que es esta.
Muchos van a salir fortalecidos y van a hacerse aún más poderosos con los despojos que han ido apareciendo, y van a aparecer, en el camino de la deseada recuperación. Los gobiernos han protegido mucho a los grandes y muy poco a los pequeños que se verán abocados, ahogados por la falta de dinero, de crédito y con su producción estancada, a negociar en condiciones de inferioridad total con aquellos que pueden imponer su ley y dictar el cómo y cuando de su salvación. Lo vamos a ver muy pronto en los procesos de fusiones que se van a dar en todo el mundo.
Y esos procesos, que nos van a vender como salvadores, se van a llevar por delante a miles de personas que pasarán a engrosar las listas de los prejubilados o de los despedidos, aunque, eso sí, podrán estar contentos porque finalmente la crisis ha terminado y hay brotes verdad en cada esquina. Al tiempo.
5 comentarios:
Esa es la cuestión, Txema. ¿Esta crisis servirá para que se ahonde más en las desigualdades o propondrá una nueva estructura económica? No parece lo segundo porque como muy bien explicas, nosotros seguimos poniendo el acento en la recuperación inmobiliaria como salvación de nuestra economía. Si eso es así, es volver a las andadas.
Al principio de la crisis, yo también decía que ya nada sería igual pero ahora empiezo a dudarlo. Es tal la penetración del feroz sistema capitalista, insolidario, injusto y desigual, que dudo mucho que ni esta crisis le haga sucumbir o al menos suavizar sus efectos perniciosos.
Seguiremos en la "observancia"
Un beso
¿Y yo que creo que lo peor está por llegar?
¿Pesimista?. Puede.
Carmen y Menda:
Evidentemente no va a sucumbir el capitalismo porque la "correlación de fuerzas", como decíamos los viejos marxistas en los tiempos en los que aún creíamos en ciertas cosas, nos es totalmente desfavorable. No están "sentadas las bases" para la revolución, a la que por cierto, hemos renunciado.
Hoy la Izquierda, la verdadera, es un grupúsculo formado por gente que no puede enfrentarse a las fuerzas proponderantes.
Además la mayoría de los izquierdistas son profesores universitarios, intelectuales, chicas comprometidas como vosotras o profesionales de medio nivel como es mi caso. Ninguno de nosotros está en la indigencia (creo) o pertenece al lumpen. ¿Dónde veís, por ejemplo, el voto obrero en IU?
¿Es qué los 10 millones de votos del PP, son todos de ricachones? ¿Representa el Psoe a la izquierda? Seguro que teneís la misma respuesta que yo.
Como ya no existe la amenaza del comunismo (Lo de China es de risa), Corea del Norte es impresentable, lo mismo que algunos aspectos de Cuba, aunque en este caso con muchos matices, y, personalmente, deconfío de experimentos como el Hugo Chávez, lo cierto es que no hay posibilidades de enfrentamiento con el sistema capitalista.
Al aceptar como única valedera la vía de la democracia pura (Lenin dixit) nosotros mismos nos hemos cavado nuestra propia fosa. El caso de Salvador Allende en Chile es el mejor ejemplo de como acaban los intentos socializantes por vía parlamentaria.
Y claro Menda que lo peor está por llegar. La salida de la crisis va suponer un deterioro muy importante de los derechos que los trabajadores teníamos. Ya estamos aceptando trabajar por menos dinero, e incluso gratis. ¿Cuál será el próximo paso?
salud.
Lástima de comunismo.. perdón, lástima de humanos....
Gracias por esas reflexiones y un saludo Txema.. Esperemos que al tocar fondo no nos absorba la arena....
María y Troll
Sólo puedo deciros que teneís razón, que una vez pasados los primeros sustos, ya todos piensan que en realidad no hay que tocar nada. Que las cosas van a volver a su sitio a partir de 2010. Un simple lavado de cara y a tirar.
Y, si Troll, que lástima de comunismo. Pero, tranquilo, a nosotros no nos engullirá la arena.
Ahora voy a preparar otra entrada sobre una cosa que me ha dado que pensar...
Seguimos en contacto.
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