Tenía que suceder. Antes o después se tenían que notar los efectos perversos de la tan alabada Transición; de aquel pacto infame en el que los franquistas lograron perpetuarse, con la anuencia de una serie de individualidades y colectivos que, unos de buena fe, otros por cálculo interesado, prefirieron la vía de la reforma antes que la ruptura.
Ahora nos mesamos los cabellos, es el momento de la indignación y de la cólera, pero, en realidad, todo lo que está sucediendo es el resultado de tantos y tantos años de amnesia generalizada, de silencios deliberados, de dejar pasar el agua de la historia.
Baltasar Garzón, juez de la Audiencia Nacional, que como tribunal especial que es, supone una ignominia en cualquier democracia que se precie, es ahora víctima de un sistema despiadado que, de alguna forma, todos hemos contribuido a crear. No nos podemos llamar a engaño. Él tampoco.
Muchos han colaborado de forma entusiasta en la Ley de Partidos, en ominoso caso del diario Egunkaria. Tendrían que saber el peligro que eso suponía.
Pero el juez Garzón es en realidad sólo el pretexto que se utiliza para algo mucho más profundo, mucho más lesivo e ignominioso.
No se trata, por tanto, de la persecución individualizada contra un juez determinado. Se trata de que nadie ponga en duda la legitimidad del olvido, de dejar bien claro que los crímenes, las fosas desconocidas, los recuerdos de la represión, de la muerte, no se abren, que deben quedar bien encerrados bajo siete llaves como el sepulcro de el Cid.
Se trata de continuar con la tergiversación de la verdad, de lograr que nadie se pregunte por qué, quienes, cuando. Se trata de que nadie dude de la versión secular, de que no haya preguntas que cuestionen la inacción de la justicia.
Se trata de demostrar claramente que en España no se puede revisar nada de lo que tenga que ver con el franquismo, que esa época de nuestra historia es intocable porque así se pactó hace ya muchos años y, por tanto, que pretender ahora remover aquello es un acto inadmisible y un atentado contra la democracia.
Se trata de que se tenga muy claro que los vencedores siguen siendo los vencedores y los derrotados los vencidos. Se trata de reconocer la placidez del franquismo y su necesidad histórica.
Se trata de que los españoles sepan para siempre que el pacto de la Transición no se puede revisar por muchos años que pasen, que aquellos actos terribles, no fueron tales crímenes, sino el resultado de un enfrentamiento en el que, en el mejor de los casos, la responsabilidad es compartida.
No nos extrañe entonces lo que ahora sucede. Quienes aceptaron el acuerdo con los franquistas tendrían que haber sabido que era como firmar con un pacto con el diablo y que éste, antes o después, viene a reclamar su parte: la mentira y el olvido cómplice.
7 comentarios:
Mejor explicado,imposible.
Garzón, como tantos otros,es víctima de un sistema democrático con libertdad vigilada
Los que apostaron por la ruptura,de buena fe o por egoismo(como bien dices),nos embarracaron en este lodazal que no nos deja avanzar en el reconocimiento de la verdad,de la justicia y la reparación,y que no nos dejan avanzar en el advenimiento de la III República.
Saludos
De acuerdo Txema, muy clarito. Tal cual, nada puedo añadir.
Salud y República
Pero si estamos en Europa, estamos para todo.
Excelente post, te felicito.
Tienes toda la razón. Tú lo has dicho, totalmente de acuerdo contigo.
Nada que añadir !
Un abrazo
sonia
Gracias a todos por vuestros comentarios y la generosidad de vuestas opiniones hacia mi comentario.
un saludo para todos y todas.
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