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miércoles, mayo 26, 2010

DELENDA EST DEMOCRATIA

Recurro a José Ortega y Gasset y su lapidaria y premonitoria “delenda est monarquia”, para constatar, como él hizo con el borbón de turno, que la democracia, tal y como la hemos entendido durante años, es decir la participación de los ciudadanos en la gestión de la “res publica” a través de las elecciones sencillamente ha muerto, ha sido destruida.

Este final se venía venir desde hace mucho tiempo. Justo desde que algunos políticos sin escrúpulos, especialmente en Europa y en los Estados Unidos, decidieron permitir a ciertas instituciones financieras tomar el control de la política , o dicho de otra forma, el día que el FMI, el Banco Mundial y el Banco Central Europeo tomaron el control absoluto de las decisiones económicas y las impusieron a las políticas.

El momento en el que los gobernantes, del partido que fueran, supeditaron las decisiones políticas al monetarismo de las instituciones financieras, que están por encima y al margen de cualquier concepto democrático, comenzó la agonía de la democracia. El día en que esas instituciones pudieron decidir que déficit debe tener un país, una estado y qué política debe aplicar para conseguirlo, empezó la muerte de las políticas sociales.

Esto se traduce en hechos tan dramáticos como los que estamos viviendo en España en los últimos días, donde un gobierno elegido por los ciudadanos, incumple todos y cada uno de sus compromisos y se pliega sumiso a las decisiones de instituciones que no han sido votadas ni refrendadas por nadie y, sin embargo, pueden, con una simple llamada telefónica, imponer su criterio.

Puede parecer exagerado pero, en mi modesta opinión, la cuestión es de suma gravedad, porque se ha dinamitado de un sólo golpe la esencia misma de la democracia parlamentaria; el propio concepto del ciudadano como ser político participativo.

A partir de ahora será, si esto no cambia, indiferente a quien elijamos porque, al final las grandes decisiones políticas, estarán supeditadas a lo que dicten los mercados que, como se ha podido comprobar, escapan a cualquier control.

Es patético que un especulador en Wall Street pueda poner en jaque a toda una Unión Europea, obligar a sus países a llevar adelante una serie de recortes en sus políticas sociales como no se recuerda en muchos años y que no se haga absolutamente nada.

Pero ¿y la socialdemocracia, que había sido en buena medida, la que consiguió el estado del bienestar? Lamentablemente se ha limitado a integrarse en el sistema, no a defender sus propios logros y, presa del pánico, ha acudido rauda a salvar precisamente a los responsables de su propia destrucción. ¡Que disparate!

Así las cosas, es de esperar que van a llegar tiempos muy difíciles, muy complicados y en los que el retroceso social va a ser considerable. No hay que esconder la cabeza debajo del ala y pensar que estamos en una sociedad maravillosa y coherente que va a salir a la calle en defensa de sus derechos. ¿Que se puede esperar de unos sindicatos que vinculan una huelga a un mundial de fútbol?

Se impone una reflexión general, larga, sosegada, realista, que nos lleve, primero a resistir todo lo que se pueda en la conservación de los derechos y logros adquiridos años atrás, porque eso es hoy lo prioritario.

Después hay que plantear muy seriamente la lucha política, para lo que es imprescindible recuperar a la ciudadanía y que ésta se implique en conseguir que sea la política la que organice la economía y no al revés.