Resulta obvio decir que todas las decisiones, incluidas las que suponen el abandono de la actividad política, lo son por motivos personales. En realidad todas son personales. Otra cosa es que estén basadas, con más o menos peso, en problemas familiares, profesionales o políticos.
Normalmente, quien aduce motivaciones personales para el abandonar la política, lo que desea es evitar polémicas estériles y, sobre todo, causar un daño innecesario a la organización a la que perteneció o en la que va seguir trabajando pero desde otro escalón. Es esta, a mi juicio, una actitud loable que debería ser más frecuente.
Estoy absolutamente seguro de que la decisión de Inés Sabanés de abandonar una parte muy importante de sus responsabilidades en Izquierda Unida, tiene sólidas motivaciones políticas; que la ha tomado después de una seria reflexión, posiblemente compartida con personas de su entorno, y que no es producto, en absoluto, de una rabieta o de haber perdido relevancia dentro de la organización, algo por cierto, bastante discutible.
Esperemos que, ahora, quienes de alguna forma van a tener que gestionar las consecuencias de esta decisión, reflexionen igualmente y ese ejercicio no se limite a lamentar su marcha, a reconocer su muchos méritos, su gran trabajo y poco más. No sería una actitud sensata ni justa, tanto en lo personal, como en lo político.
Pero, por nuestra parte, a los que somos simples militantes de base y poco más, también nos conviene, y mucho, una reflexión sobre esta decisión y otras que, por otros motivos también "personales", han llevado a compañeros y compañeras a abandonar las filas de Izquierda Unida.
Me parecería gravísimo despachar estos abandonos con descalificaciones simplistas o, peor aún , con acusaciones infundadas y mal intencionadas, destinadas más bien a eludir un problema de fondo que a analizar con rigor lo que pasa.
La marcha de Inés, no obedece en absoluto a un capricho. Es el exponente de un fracaso rotundo que en ella toma más carta de naturaleza, porque ha estado desde hace muchísimos años, sin que se le pueda hacer ni un sólo reproche serio, en primera línea y es un referente de IU.
De ahí, que la gravedad de la renuncia sea pública y notoria, pero no de menor entidad que la sangría de militantes corrientes o la falta de incorporaciones o aproximaciones que se buscaban o así se dijo.
La salida de Inés es consecuencia de la decepcionante evolución, hay que llamar a las cosas por su nombre, de la refundación de Izquierda Unida. Decepción en la que todos, ciertamente, tenemos una responsabilidad inmediata. No hemos sido capaces de llevar a la práctica lo que nos propusimos de forma entusiasta hace ya algún tiempo.
Si esto desanima quienes somos la última palabra del credo, mucho más lo hará a quienes, si son sensatos, desde la responsabilidad directa, ven como pasan los días y, por unos motivos u otros, y estos si que no tienen nada de personales, Izquierda Unida sigue el punto de partida.
Pero, dicho esto, sería un ejercicio de hipocresía por mi parte, decir que estoy de acuerdo con la decisión de mi compañera. No, no es así. Creo que, pese a los muchos obstáculos, todavía el esfuerzo merece la pena y que luchar desde dentro es mucho más eficaz, pese a la exigencia terrible que ello pueda suponer.