Frau Merkel, la lideresa alemana, sentada cómodamente en su poltrona de Berlín contempla sin preocupación como un país -Grecia- se hunde poco a poco, mientras ella, con el rostro impasible espera a que pasen las elecciones regionales del 10 de mayo, para saber el resultado y sobre esa base, decidir cómo ayudar a los que están en la quiebra.
Angela Merkel, personificación de esa Europa egoísta edificada al albur de esa ficción llamada Unión Europea, que jamás da la más mínima señal de unidad ante cualquiera de los problemas que van surgiendo en los distintos campos en los que juega.
Esa Europa desigual en el terreno social, fiscal, legislativo, en el exterior, que no es capaz ni siquiera de ponerse de acuerdo a la hora de socorrer a uno de sus socios que, por ser del sur, es mirado además con desprecio y desconfianza desde la soberbia teutónica, país de donde ya sale el vocerío bávaro para que el pariente pobre sea expulsado y no comprometa a los ricos. Y así les irá ocurriendo a todos los que pongan en riesgo su amado euro. Tiembla ya Portugal y le llegará el turno a España.
Pero no creamos que frau Merkel es la excepción. Todo lo contrario, es la regla en esa Europa gestada al margen de los ciudadanos, que se preocupa más por lo que puedan decir unas miserables agencias de calificación, a las que dan más crédito que a los gobiernos de sus socios.
Agencias que, por si fuera poco, se han equivocado tanto y de forma tan grave, que deberían estar absolutamente descalificadas para hacer cualquier pronóstico sobre la fiabilidad de países,, empresas o entidades financieras.
Y en el otro lado, Grecia, cuyo gobierno no dudó en engañar, en alianza con una entidad estadounidense, a sus socios y, lo que es peor, a sus propios ciudadanos a los que ahora hay que pedir sacrificios disparatados durante tres años para pagar los miles de millones de euros que tiene que mendigar para pagar sus deudas ocultas. Tampoco ellos son inocentes.
¿Y todos estos son los que nos piden que hagamos esfuerzos, que tengamos confianza en su gestión, que nos creamos lo de los brotes verdes y la pronta recuperación de una economía que ellos han contribuido a destrozar?
Nos vienen ahora con el cuento de la refundación del capitalismo al que quieren dar más ética, dignificar este sistema. ZP, el adalid español de la regeneración, tembloroso ante los mercados, pretende que nos creamos sus planes para crear una nueva economía en el que impere la justicia y donde unos pocos no puedan enriquecerse impunemente a costa de la mayoría. ¡Que desvergüenza!
No hay refundación posible del capitalismo. Lo que tienen que hacer quienes se pretenden de izquierdas es abolir este sistema cruel e injusto y sustituirlo de una vez por el socialismo justo, democrático y participativo en el que el pueblo sea el primer beneficiario de la riqueza que crea su trabajo colectivo. Todo lo demás son zarandajas.